Nuevamente recaí frente a los dulces… Que placer más inmenso que el saborear ese néctar empalagoso casi hostigante
que envuelve tu paladar cuando decides darte ese premio culinario y le regalas a tus
papilas en cuerpo y alma un festín de glucosa.
Mi
inexplicable baja de peso me ha
permitido regalarme los “gustitos” mas grotescos que mi habitual vida sana no
me permitía muy a menudo por el exceso de calorías; desde el chocolate hasta la
miel…el sabor de lo empalagoso, palabra que de solo escucharla me remonta a la
mágica experiencia de los dulces.
…Porque no hay mejor
descubrimiento a gusto de mi humilde y vulgar paladar que la miel, este néctar
fruto del trabajo de cientos de himenópteras trabajadoras que bajo el
sol y tras largas tarde en búsqueda del polen perfecto elaboran este manjar que
me devuelve el alma al cuerpo cuando soy testigo presencial de sus maravillosos
atributos.
En el Té, en
hotcakes, con tostadas al desayuno, en limonada, sola, en infusiones y con
leche. Centenares de recetas me inventado para darle tribuna a ese dulce sabor
que tras una sinfonía de sensaciones me recuerdan mi experiencia más
cercana al paraíso. Porque la dosis precisa de tan humilde alimento puede
saciar mis compulsivas carencias de glucosas cuando el índice de insulina
desciende… Y como no idealizarla, cuando en su mezcla perfecta con la
mantequilla adornan la tibia corteza de un pan recién tostado: un placer para los sentidos. Sonido, textura, olor.
Sabor excelso que no perdona esa mezcla dulce-salado ideal para comenzar la
mañana o finalizar el día con una dosis justa y medida de dulzor. Te hace
sonreír el solo hecho de que algo tan insignificante te despierte tantas
emociones y sensaciones que hacen de aquella experiencia algo tan especial… en
lo personal, mi primer acercamiento a la miel
se remonta a los 7 u 8 años, donde tras campales luchas con mi padre
terminaba accediendo a tomar su odiada
leche con miel, a la que después de unos años y hoy en día no me puedo
resistir…
Y pienso… sí
que vale la pena dedicarle un poco de atención a la expresión y exaltación de
nuestros sentidos, ya sea frente a un olor, una visión, una sensación o en mi
caso un sabor que convierte esos días comunes y corrientes en un día de
inspiración única. Porque no hay nada mejor que escuchar hablar a nuestro
interior mediante los sentidos, algo tan único y propio que nos hace recordar
cuan vivos estamos; para que saltar en paracaídas sin con solo pequeños
placeres podemos dejarlos fluir…. A disfrutar esta dolce vita!